21/02/2024 13:51 h.
Miam, un restaurante inédito que lucha contra el derroche alimentario
Imagen: Peggychoucair/Pixabay
El derroche alimentario es una de las características de nuestra sociedad y de nuestra manera de consumir. Estos últimos años estamos tomando conciencia de las consecuencias económicas, sociales y medioambientales que tiene, y se multiplican las iniciativas para intentar eliminarlo o reducirlo.
Tenemos que ser conscientes que el derroche alimentario empieza mucho antes que los alimentos entren a nuestros hogares o queden como restos del plato que ya no nos comeremos. A menudo el derroche empieza en el momento de cosechar el alimento, si son frutos y legumbres; o en el momento de la crianza, si se trata de vidas animales. A veces, se produce durante el transporte, y muy a menudo durante la venta, tanto al por mayor como al por menor.
Breve introducción
Evitar el derroche alimentario es todo un reto para el cual nuestra cadena alimentaria no está muy preparada. Por eso, toda iniciativa que contribuya a reducirlo merece nuestra atención, y todavía más si incorpora otros elementos como la solidaridad, la inclusión social y la dinamización del comercio de proximidad.
Es el caso de Miam, que es más que un restaurante, puesto que es una asociación que ha querido crear un lugar de encuentro, donde alimentar con comer sano y saludable y donde crear vínculos sociales. Es un restaurante que lucha contra el derroche alimentario siendo solidario con todas las clases sociales.
Los orígenes
Miam es como una cantina, dado que ofrece un único menú, a pesar de que cambia cada día. Fue creado por un colectivo de vecinos del barrio del centro de Perpiñán que compartían las ganas de estar juntos y de hacer actividades juntos. Hablando, surgió la idea de abrir este restaurante singular.
Entre todos van conseguir salir adelante el proyecto. Cada cual participa como puede, a pesar de que la contribución de todo el mundo es imprescindible para mantenerlo en funcionamiento. Es un proyecto el objetivo del cual no es el beneficio económico, y quien quiera puede participar en la vida democrática de la asociación. Toda aportación de trabajo es bienvenida: cortar legumbres, preparar comer, limpiar mesas, hacer un donativo, organizar acontecimientos... Una vez al año, una asamblea general reúne las personas que se han adherido al proyecto para decidir las orientaciones del colectivo Miam, y un grupo de voluntarios gestiona la estructura en temas administrativos, estratégicos y financieros.
El personal que se ocupa
Esta cantina participativa antiderrochamiento alimentario está ubicada en pleno centro de Perpiñán, y la forman unos sesenta voluntarios y unos cuántos trabajadores. Todos proceden de diferentes ámbitos sociales y niveles socioeconómicos diversos. Hay economistas, fotógrafos, jubilados...
Personas con objetivos muy claros y con mucho empujón, dispuestas a salir adelante un proyecto innovador.
En la cocina, por ejemplo, trabajan cuatro personas. Solo la chef tiene un sueldo, el resto son voluntarios que ofrecen su tiempo libre para preparar cada mediodía comidas vegetarianas elaboradas con productos frescos y biológicos recuperados.
Operativa contra el derroche alimentario
Las empresas mayoristas que participan en el proyecto Miam quieren evitar el derroche alimentario de frutas y legumbres, que, como que son productos frescos, no podrían aguantar los dos o tres días de transporte hasta el comprador habitual. Otros son productos que no se han vendido no porque son de mala calidad o están caducados, sino porque son excedentes o tienen un aspecto que a la mayoría de los consumidores no los gusta. En vez de deshacer, estas empresas los dan directamente a los voluntarios de Miam, que van cada semana a recogerlos.
En total, semanalmente se recuperan unos 150 kilos de fruta y legumbre biológicos que habrían ido directas a la basura. Todos ellos acontecerán los ingredientes de la deliciosa cocina vegetariana que el restaurante ofrece.
Funcionamiento del restaurante
La recuperación de alimentos ayuda mucho a reducir los costes del funcionamiento del colectivo Miam.
La adhesión a la asociación es anual y obligatoria, y tiene un coste de 5 euros. Esto mujer derecho a disfrutar de todas las propuestas del restaurante. Ahora bien, para las personas en situación de precariedad, la adhesión es gratuita.
La comida que proponen cada día consiste en un entrante, un plato de consistencia, postres, pan y agua.
El precio de cada comida es voluntario, a partir de un mínimo de 2 euros. Una hoja informativa indica a los consumidores que el justo precio —el que realmente habría que pagar para hacer frente a todos los gastos y facturas para mantener abierto el restaurante y el local— es de 12 euros. A partir de aquí, cada cliente aporta la cantidad económica que puede dar.
La cantidad y la calidad de la comida es la misma para todo el mundo, tanto hace el que haya aportado. No se juzga nadie. Ni se pide ninguna explicación. Se paga en la entrada y cada comensal recibe un ticket que se tiene que presentar al azulejo, donde recibe la comida del día. Al acabar, cada cliente tiene que depositar los platos utilizados en los recipientes indicados. No hay servicio de camareros.
Muchas de las mesas son compartidas. Hay clientes de todos los orígenes y clases sociales. Unos van por convicción, otras por curiosidad, otras por solidaridad, otras porque es la única manera que tienen de acceder a un restaurante y relacionar con otras personas sin ningún tipo de juicio.
Miam sirve unas cuarenta comidas cada día. Los clientes son los habituales o gente que está de por el barrio y que ha descubierto este inédito restaurante y, de rebote, su entorno. Muchos clientes que van por primera vez después vuelven para ir a comer o para pasar el rato.
La parte de restauración tiene un doble vertiente: por un lado, evitar el derroche alimentario preparando comidas vegetarianas con productos de calidad, y por la otra, ofrecer la posibilidad que un colectivo de personas que difícilmente podría acceder a un restaurante de calidad se alimente correctamente y cada día, lo cual supone luchar también contra la exclusión social.
Centro de dinamización del barrio
El local está ubicado en pleno centro de la ciudad de Perpiñán, en el barrio más comercial, y dispone de terraza en la calle y de dos salas interiores. A Miam, además del servicio de restauración, ofrecen también un montón de actividades, como conciertos de música en vivo, encuentros, conferencias, fiestas, celebraciones, juegos, espacio de lectura, reuniones... organizan diferentes acontecimientos cada semana, por ello ha acontecido un motor de dinamización de la zona que cada día atrae más clientes.
La música en vivo se hace a la terraza, en la calle; todo el mundo quien quiera se puede beneficiar y, una vez más, el precio es voluntario. Cada cliente paga según su poder adquisitivo y segundos como valora el bien que se le proporciona.
Perspectivas de futuro
Miam hace dos años que está en activo, y cada día que pasa se consolida algo más. Para luchar todavía más contra el derroche alimentario y dar más oferta a los clientes, proponen utilizar más productos no vendidos, coger más cantidad, para poderlos elaborar y transformar en productos deshidratados, conservas, etc. que sean de larga duración y que sean aptas para venderlos todo el año.
Reconocimientos y apoyos
Este proyecto ha recibido muy pocas subvenciones. Por eso el equilibrio financiero es muy precario y los clientes se esfuerzan a preservarlo. Aun así, por un lado, cuenta con el apoyo financiero del Consejo Departamental de los Pirineos Orientales y del FDVA (Fondo por el Desarrollo de la Vida Asociativa). Y, de la otra, se beneficia de la ayuda de los almacenes Biocoop Cabestany, de Claira de Canet-en-Roussillon, de la marca ProNatura, del taller de inserción la école de la terre y de numerosos actores de la agricultura local.
Ha resultado ganador a la convocatoria de proyectos de la región de Occitania «Desarrollamos la economía circular y la lucha contra el derroche alimentario» el 2019; y del premio ESS «Utilidad social» el 2021.
Fácilmente extrapolable
El proyecto, su implantación y sus resultados son una experiencia que merecería la pena multiplicar tanto como se pueda, para evitar el derroche alimentario, para favorecer la inclusión social y para dinamizar nuestros barrios.
Aun así, porque el proyecto tenga éxito, es imprescindible la contribución de la Administración y la implicación de agentes públicos y privados. La iniciativa ciudadana a solas no lo puede conseguir.